Esta semana toca hablar de viajes culturales, y yo os hablaré de dos: el primero fue en febrero del 2005 a Turquía, y el segundo en mayo del 2007 a Italia. Comencemos por el primero, hace cuatro años viajé a tierras turcas en un viaje de fin de carrera. En junio de ese año, la mayoría de compañeros y compañeras seríamos diplomados en Biblioteconomía y Documentación y para celebrarlo decidimos hacer un viaje. Por tanto, antes de viajar había que decidir el destino, surgieron varias posibilidades: Praga, Egipto, Islas Canarias... Se impuso Turquía porque encontramos una buena oferta, yo tengo que decir que no me hacía demasiada gracia ir a tierras turcas, me hacía un poco de respeto por el tema de la religión, los musulmanes, un país árabe, etc. Pero claro está, antes de viajar había que financiar el viaje, así que decidimos organizar fiestas universitarias, vender mecheros, bolígrafos... fue un gran previaje y logramos sacar 90 euros por barba, la otra parte la teníamos que poner nosotros.
El viaje consistió en dos días en Estambul, un día en Ankara, dos más en Capadoccia y los dos últimos otra vez en Estambul. El día que llegamos a la antigua Constantinopla estaba nevando y hacía mucho frío, pero era una postal mágica. Allí visitamos la Mezquita Azul, el Palacio Topkapi, la iglesia de Santa Sofía, la Cisterna, el Gran Bazar, el Bazar de las Especies, el puente del Bósforo... y así un sinfín de sitios preciosos. En el Gran Bazar, los comerciantes no sé por qué pero sabían que eramos españoles y llamaban nuestra atención con palabras en español, aparte de tener carteles en nuestro idioma. Fue una gran experiencia tener que regatear para conseguir comprar alguna cosa, allí es tradición, si no regateas es un desprecio aparte que te estafan.
Además, ibas por la calle y los comerciantes te paraban y te invitaban a entrar en su tienda mientras te invitaban a un té. Tú te sentabas tranquilamente y te tomabas el té mientras ellos hablaban contigo y te enseñaban alfombras o fundas de cojines manufacturadas por ellos. Al final podías comprar algo o no sin ningún tipo de problema. Otro tema era la circulación o los taxistas. En Turquía se conduce fatal y no respetan ninguna norma, y por otra parte los taxistas si te ven caminando por la calle te pitan por si quieres coger un taxi, y si te subes te pueden estafar y darte más vuelta de la que en realidad es, aunque la parte positiva es que admiten más de cinco personas.
El último día en Estambul, gracias a nuestro guía, pudimos presenciar en directo un partido de baloncesto entre un equipo español, el Tau, y el equipo local, el Ulker de Estambul, aparte de tomar un baño turco. Por otra parte, la visita a Ankara, la capital turca, fue un desengaño porque no tiene nada y no se ve tan cosmopolita como Estambul. En cambio, la visita a la Capadoccia si que fue un éxito al poder ver todas las cuevas que anteriormente habían sido la casa de nuestros antepasados. Además, una noche fuimos a un local a practicar el baile típico turco, la danza del vientre.
El otro viaje que quería comentar, es el que realicé junto con dos amigos a Roma y Viterbo. En estas dos ciudades italianas teníamos a dos amigos que estaban disfrutando de una beca Erasmus. Para describir la capital de Italia, no tengo palabras, es increíble. No hace falta que busques los monumentos o plazas, si tu vas paseando ellos te encuentran a ti, que si el Foro Romano, el Coliseo, la Fontana di Trevi, la Piazza Spagna, Piazza Nabona... y así infinidad de sitios. Además, escuchar el italiano es una gozada, un idioma que te atrapa y del cuál fácilmente vas aprendiendo palabras. Otra cosa es la comida, si te gusta la pasta y las pizzas, este es tu sitio. Tienes infinidad de puestos con pizzas al taglio, y para comer pasta al dente lo mejor son las trattorias. Otro tema son los helados y los capuccinos, otra exquisitez.
Además dentro de Roma, encontramos otro país, el Vaticano, con su maravillosa Piazza di San Pietro, la basílica con el mismo nombre y el magnifico Museo Vaticano dónde encontramos la joya de la corona, la Capilla Sixtina. Y para colmo, la capital romana dispone de numerosas zonas verdes por donde pasear y disfrutar de la esplendorosa ciudad. Y en Viterbo, encontramos la tranquilidad de una ciudad pequeña pero con una gastronomía imponente. Un día fuimos a cenar a una spaghtetteria que tenía el record de salsas, 300 tipos, no sabías cuál elegir. Y otro día estuvimos comiendo en una pizzeria que por cinco euros te ponían una pizza que ocupaba dos platos, y el trozo de cada plato te lo podías pedir con ingredientes diferentes, ¡una pasada! Y el tiramisú que nos comimos de postre, ni os cuento...
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